Querida
mamá,
Nos
gustaría decirte lo contentos que estamos de que hayas despertado. Has
demostrado una gran fortaleza y espíritu de lucha, y estamos muy orgullosos de
ti por eso. Por ello, estamos convencidos de que aunque ahora no puedas
recordar todo lo que ocurrió antes de que estuvieras en coma, pronto lo
conseguirás, nosotros haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudarte
a hacerlo, por eso te escribimos esta carta. Lo mejor será que leas despacito,
con una bebida al lado para ayudarte a refrescar las ideas. Te hemos dejado una
cocacola en la mesilla de noche, pero si, hubieras despertado tan solo unos
meses antes, te hubieras encontrado una Vita
Cola.
Lo
que has olvidado ha sido una guerra, mamá, una guerra que nunca llegó a
desencadenarse pero que siempre amenazaba con hacerlo. Una guerra que dividió
al mundo tal y como dividió Berlín y lo mantuvo en vilo, a la espera, siempre a
la espera. Los Estados Unidos y la Unión Soviética llevan años rivalizando por
el control del mundo, y por eso han intervenido en las guerras civiles de
muchos países, intentando imponer su ideología. Primero fue en Corea, cuando Corea del Norte, presidida por Kim II Sung, intentó anexionarse Corea
del Sur y fracasó, luego, con la invasión
soviética a Hungría y, más
tarde, con la revolución cubana,
liderada por Fidel Castro y el Che
Guevara, que acabó con la gran influencia de Estados Unidos en Cuba e
inició la de la URSS. Las tensiones no hicieron sino aumentar con la visita de J. F. Kennedy, presidente de los
Estados Unidos, a Berlín, en respuesta a la construcción del muro del
Berlín por parte de la URSS para evitar que nosotros pudiéramos escapar a
Berlín occidental en busca de una vida mejor. Puede que no fuéramos superiores
en todo, pero también tuvimos nuestros triunfos, como la guerra de Vietnam, en la que superamos a Estados Unidos aun con
toda su supuesta superioridad armamentística. Por esa época Breznev era el máximo dirigente de la
Unión Soviética, y fue el momento de mayor expansión del bloque comunista. Al
conflicto de Vietnam le sucedió la invasión
de Checoeslovaquia, y, más tarde, la invasión
de Afganistán, cuyas consecuencias trascenderían el ámbito militar y
provocarían que la Unión Soviética y Estados Unidos se boicotearan mutuamente
en las Olimpiadas de 1980 y 1984,
negándose a participar en las que se celebraban en el país rival. Fueron las
Olimpiadas más aburridas de la historia. Con todo, los últimos años de la
guerra fría fueron los más distendidos. Gorbachov,
el presidente de entonces, no pudo poner freno a la desintegración del bloque
soviético y Reagan, el presidente de
Estados Unidos, mantuvo el tipo. La Guerra Fría acabó con la caída del muro de
Berlín.
Los
dos bloques no nos enfrentamos únicamente militarme, también hubo una gran
carrera armamentísticas (todos hemos tenido alguna vez pesadillas en las que se
desencadena la Tercera Guerra Mundial y nos cae un misil balístico intercontinental o un euromisil a la cabeza) y una carrera armamentística, en la que nos
enfrentamos a la NASA. Nosotros
fuimos los primeros en mandar un hombre al espacio, Yuri Gagarin, gracias al programa Soyuz, pero al final ellos consiguieron enviar un hombre a la luna
antes que nosotros y fuimos derrotados.
Durante
esos años fuimos, en cierta forma, el centro del mundo. Después de la Segunda
Guerra Mundial, Berlín quedó divida en
dos: Berlín occidental y nosotros, Berlín Oriental. Se crearon dos estados
diferentes con cancilleres diferentes: Walter
Ulbricht, líder del Partido
Socielista Unificado y presidente de nuestra nación, la DDR, y Konrad Adenauer, presidente de la
República Federal Alemana. Hubo incluso un canciller socialista en la RFA, Willy Brandt. Cada Alemania tenía
incluso su propio equipo de fútbol, y competían los unos contra los otros en
las competiciones internacionales. En un Mundial nuestra selección llegó
incluso a ganarle a la de la República Federal Alemana, y aunque al final
fueron ellos los que ganaron el Mundial, el futbolista que marcó uno de los
otros, Sparwasser, se convirtió en
un héroe nacional. Luego huyó a la RFA, pero bueno, mamá, esa es otra historia.
Cuando el muro cayó, apenas un mes después del 40 aniversario de la fundación de la DDR, Erich Honecker era el presidente de la República Demócrativa
Alemana.
Hasta
entonces, en Berlín, como en el resto de la Unión Soviética, estábamos viviendo
con una economía controlada por el Estado. Las casas nos las daba el Estado, la
ropa la fabricaba el Estado, la comida la producía el Estado, y tú, mamá, te
dedicabas a enviar cartas para que los productos se ajustaran más a nuestros
gustos y necesidades. Había una única marca de cada cosa. En Rusia había un
modelo de coche, el Lada, y aquí
otro, el Trabant. Había que pedirlo,
y te lo daban seis años después. A nosotros solo nos faltaba tres años para que
nos dieran el nuestro cuando cayó el muro y pudimos ir a comprarlo a un
concesionario donde te lo daban inmediatamente. Tomamos partido en la carrera
espacial: Sigmun Jamh, el primer
alemán en ir al espacio, fue mi ídolo cuando era un niño. Había asociaciones
juveniles, los pioneros, con las que
tú colaborabas como voluntaria dirigiendo grupos de canto y participando en
campamentos y actividades extraescolares con los niños. Mi hermana y yo fuimos
pioneros cuando éramos pequeños. Tu entrega y tu lealtad al partido hicieron
que te concedieran un premio a ciudada ejemplar, mamá.
Completada la evaluación del blog. Felicitarte por el interés puesto en el uso de esta herramienta de comunicación, tanto de tu blog personal como en los colaborativos, así como por tu participación frecuente y casi siempre bien orientada en las clases. Invitarte a usar la Red en un futuro en otras actividades formativas. Enhorabuena.
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